Como es lógico, todos los equipos quieren tener en su plantilla a los mejores jugadores, tanto nacionales como extranjeros, con el fin de alcanzar los objetivos planteados a principios de temporada. Las posibilidades de contratación están marcadas por el límite presupuestario que cada club tiene establecido, aunque algunos se lo salten a la torera, con las consecuencias económicas que nos podemos imaginar.
Existe sin embargo un elemento a tener en cuenta a la hora de contratar a un jugador, que está un poco por encima de sus cualidades técnicas: la regularidad. El baloncesto, como cualquier otro deporte, no está exento de riesgos para la integridad física de sus practicantes, con lo cual todo jugador es susceptible de caer lesionado en cualquier entrenamiento o partido. De la capacidad de evitar lesiones, en la que entran tanto ejercicios preventivos como el cuidado que cada jugador ha de tener de su propio cuerpo, se podría hablar largo y tendido, pero no es el objeto del presente comentario.
Tener en la plantilla a un jugador de cuya regularidad a lo largo de la temporada puedes fiarte al máximo–estamos hablando siempre del supuesto de una mínima calidad-, es impagable. Muchos son los jugadores explosivos que te resuelven un partido en un par de acciones espectaculares, pero de pocos de ellos pueden tener la seguridad que lo van a hacer de forma regular, incluso en un mismo partido.
Las temporadas están cada vez más cargadas de partidos –a las competiciones domésticas hay que añadir las europeas y las de la selección nacional- y el aspecto mental juega un papel primordial en la actitud de los jugadores en la pista. Mantener la concentración y las ganas de jugar durante tanto tiempo tiene su mérito y no está al alcance de cualquiera.
Hecho este largo preliminar, quisiera destacar aquí a un jugador que posee un récord de regularidad realmente impresionante: Carles Marco. En datos de octubre de 2007 –y por esa razón agradecería a quien los tuviera actualizados que nos los comunique-, el badalonés llevaba 323 partidos seguidos jugados, es decir todos desde que empezó ocho años antes su trayectoria en la ACB. Visto desde el punto de vista de tiempo, son 8.480 minutos, en los que logró 3.011 puntos. No está nada mal.
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