A estas alturas del año, acabada la temporada y en plena preparación la siguiente, se discute mucho en foros y tertulias sobre la conveniencia de que los jugadores de baloncesto en etapa de formación tengan o no representante.
Muchos son los factores a tener en cuenta a la hora de considerar tal necesidad. Cada jugador es un mundo y con cada club ocurre tres cuartos de lo mismo. Para empezar, el ambiente familiar en el que se forma el jugador tiene una importancia capital en el desarrollo personal y deportivo, unas veces para bien y otras para mal. Adolescentes con un entorno familiar desestructurado o cuyos padres no les presten la debida atención, necesitarán a alguien que de algún modo les oriente en el camino a seguir.
Antes de ponerse en marcha y tomar decisiones, hay que tener en cuenta la determinación del objetivo de vida de la persona: a dónde quiere llegar, qué posibilidades tiene de hacerlo, con qué recursos personales cuenta (y no me refiero a los económicos), cómo afectará su decisión a su entorno, etc.
Los aspectos antes mencionados abarcan un amplio espectro de la vida personal. Tal vez la figura del representante puro no sea, al comienzo de la etapa de formación, la más adecuada para este tipo de orientación. En esas edades, lo que el joven necesita es consejo, guía, acompañamiento, motivación, potenciación del autoconocimiento y refuerzo de la autoestima.
Una vez encarrilada la carrera deportiva, el representante puramente deportivo puede jugar un papel primordial a lo largo de la vida de un deportista y aquí, como en cualquier otro ámbito de la vida, la diferencia y el resultado final estarán en función de la calidad humana y profesional del personaje.
Es complicado el tema Jorge. Pasa que sin contratista, es difícil conseguir un lugar en equipos profesionales, tanto en fútbol como en básket, por lo menos por esta parte del Mundo. Si no tenés alguién que te lleve, no entrás. He tenido experiencias propias, y de personas cerca que han intentando llevar a sus hijos a equipos de Montevideo, y no han podido. Llevándolo el contratista (representante) es diferente, ya que se le abren otras puertas. Además por estos lugares, raramente vienen ojeadores a ver nuevos talentos. Es como si existiera sólo la capital.